Uno de los principales desafíos globales de los últimos años - y de los próximos - es realizar cambios estructurales en la matriz energética con el objetivo de sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables, especialmente aquellas con baja o nula emisión de carbono, las llamadas "energías limpias". En la transición energética, Brasil tiene potencial para convertirse en uno de los principales exponentes.
Históricamente, las fuentes de energía más utilizadas en Brasil han sido los combustibles fósiles, derivados del petróleo. Aunque la matriz nacional tiene una cuota de renovables superior a la media mundial (46% frente a 14%), aún queda mucho camino por recorrer hacia la descarbonización.
El caso de los combustibles es emblemático: según el Ministerio de Minas y Energía (MME), sólo el 25% de ellos procede actualmente de fuentes renovables. Sin embargo, el país tiene el potencial y el deseo de convertirse en uno de los líderes mundiales de la energía verde. En 2021, el MME anunció el objetivo de llegar a 2030 con este porcentaje al 30%.
Brasil tiene tradición en el aprovechamiento energético de fuentes renovables. Ya en 1975 se creó el Programa Nacional de Alcohol (Pró-Álcool), el primer paso en el mercado de los biocombustibles. La producción de etanol hidratado ha despegado a lo largo de las décadas, alcanzando aproximadamente 16.800 millones de litros en 2021, según la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP).
El segundo movimiento tuvo lugar en 2008, con el inicio de la comercialización del biodiésel en Brasil, una opción parcialmente renovable para vehículos de flota pesada. En 2017, se implementó la Política Nacional de Biocombustibles (RenovaBio), entre cuyos principales logros se encuentran la creación de un mercado de carbono en el país, con el Crédito de Descarbonización (CBIO), y la mezcla obligatoria de biodiésel en el diésel.
En la actualidad, la mezcla aprobada por el MME es del 12% de biodiésel en gasóleo, por lo que la medida es esencial para la madurez de la industria del biodiésel en Brasil en los últimos años.
Actualmente, el 70% de la producción de biodiésel utiliza la soja como materia prima. Por otra parte, Brasil dispone de una serie de semillas oleaginosas, aún poco utilizadas, con un gran potencial energético.
Por poner sólo un ejemplo, la palma aceitera puede producir una media anual de 5 toneladas de aceite por hectárea, frente a las 0,4 toneladas de aceite de soja.
Además, la palma aceitera tiene un balance positivo en términos de emisiones de carbono y cuenta con la Zonificación Agroecológica de la Palma Aceitera, definida en 2010 por el gobierno, que determinó que la plantación sólo puede hacerse en áreas degradadas hasta 2007, con el objetivo de recuperarlas.
Diversificar la producción de biodiésel puede impulsar el sector, aportar más beneficios medioambientales y dinamizar el mercado.
Sin duda, son pasos que hay que celebrar, pero sigue habiendo timidez en el desarrollo de biocombustibles 100% renovables, sobre todo si tenemos en cuenta la variedad de tecnologías disponibles por explorar. Uno de los principales exponentes de esta revolución es el gasóleo verde, un producto innovador de la segunda generación de biocombustibles.
El gasóleo verde es un biocombustible 100% renovable que no necesita ningún tipo de mezcla con combustibles de origen fósil, ni tampoco adaptación en los motores de los vehículos. Se produce mediante el procesamiento de materias primas renovables, entre ellas el aceite de palma.
Utilizado ya en países europeos y en Estados Unidos, el gasóleo verde es el resultado de mejoras tecnológicas que acompañan a las innovaciones de los vehículos, que exigen un combustible de mejor calidad, con gran estabilidad y niveles mínimos de contaminantes.
Es el tercer biocombustible más utilizado en el mundo y cuya producción más está creciendo. La ventaja del gasóleo verde es su eficacia para resolver el reto de reducir las emisiones de gases contaminantes.
Tan importante como eliminar el uso de gasóleo fósil es desarrollar una alternativa sostenible para el mercado de la aviación, que aún carece de soluciones renovables en Brasil. El combustible de aviación sostenible (SAF) está surgiendo en todo el mundo.
La Unión Europea está estudiando la adopción de un requisito del 2% de SAF para 2025 en los aviones que salgan de los aeropuertos de su territorio. El Reino Unido tiene mayores ambiciones: alcanzar un 10% obligatorio de SAF para 2030. Estados Unidos va más lejos y ha anunciado el objetivo de descarbonizar completamente el sector de la aviación civil para 2050.
Cabe destacar que, según la consultora Emergen Research, el mercado mundial de biocombustibles alcanzará los 247.380 millones de dólares en 2027.
Brasil, una nación con una riqueza infinita de recursos, aún no tiene un plan para descarbonizar el sector de la aviación. El segmento consume 17.000 millones de litros de parafina de aviación al año, lo que emite unos 10 millones de toneladas de CO2 en el mismo periodo. Afortunadamente, hay iniciativas para cambiar esto, y ya podemos ver los primeros pasos de esta nueva revolución de los biocombustibles en el país.
La madurez ya alcanzada por el mercado nacional de biocombustibles y el creciente deseo de la sociedad de descarbonizar sus actividades deberían acelerar la revolución de los biocombustibles en Brasil y hacerla más rápida que sus predecesoras.
*CEO de Grupo BBF (Brasil BioFuels)