Brasil tiene un "presal verde" por explotar

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22 de agosto de 2023
Por Milton Steagall

Acelerar la transición energética es una necesidad mundial para combatir el cambio climático y reducir significativamente la dependencia de fuentes de energía no renovables, como el petróleo y el carbón. Disponer de una matriz energética limpia y con menor impacto ambiental es una vocación y una ventaja brasileña, ya que el país tiene un enorme potencial para capitalizar sus riquezas naturales.

En este escenario, en un corto espacio de tiempo, es posible convertir a Brasil en una referencia para el sector, con un desarrollo sostenible y una contribución importante a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta. Para ello, es necesaria una acción coordinada entre los actores públicos y privados (empresas, gobiernos, poder legislativo y judicial).

Es bien sabido que el país cuenta con una de las mayores matrices de energías renovables del mundo, desde la energía hidroeléctrica, que ya se utiliza a gran escala en el país, hasta el uso de biocombustibles como el biodiésel y el etanol, pasando por el creciente uso de la energía eólica y solar.

Me gustaría llamar su atención sobre un punto que considero decisivo para Brasil. En el centro del debate sobre la preservación del medio ambiente, la región amazónica brasileña tiene un verdadero "presal verde" disponible para ser explotado. Son más de 31 millones de hectáreas de áreas degradadas disponibles para ser recuperadas con el cultivo sostenible de la palma aceitera, que permite la producción de biocombustibles, biotecnología y generación de energía renovable.

Para tener una idea del potencial de Brasil en el sector, hay que remontarse al decreto federal 7.172/2010, que estableció la Zonificación Agroecológica de la Palma Aceitera. La ley se basó en un sólido estudio realizado por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), que definió áreas para desarrollar el cultivo de forma sostenible en el país, con el fin de proteger y recuperar la selva amazónica.

La zona autorizada para la plantación se delimitó mediante imágenes de satélite georreferenciadas en terrenos que habían sido degradados en diciembre de 2007. El cultivo ofrece una solución ecológicamente correcta para la producción de biocombustibles, la generación de energía limpia y el desarrollo de insumos renovables para la industria química.

Se trata de una oportunidad única para cambiar el rostro de una de las zonas más deprimidas del país y, al mismo tiempo, promover la preservación del medio ambiente y la equidad social, con la posibilidad de generar miles de puestos de trabajo.

Cada hectárea es capaz de generar materia prima suficiente para producir hasta 7.000 litros de aceite de palma. Todo el proceso, desde la plantación hasta la extracción del aceite, es manual, lo que requiere una gran cantidad de mano de obra local. El modelo consiste en plantar, cosechar y consumir en la propia región septentrional.

Las tierras demarcadas por el Gobierno Federal podrían dar lugar a unos 210.000 millones de litros de aceite de palma al año. El volumen equivale a casi tres veces toda la producción mundial de 2022, según los datos del Departamento de Agricultura de EE.UU. sobre la última cosecha.

En lo que respecta al "presal verde", basta con mirar las cifras disponibles. El año pasado, Brasil extrajo 1.103 millones de barriles de petróleo, según la Agencia Nacional de Petróleo y Gas. Este volumen equivale a unos 175.000 millones de litros de petróleo, teniendo en cuenta todos los pozos del territorio nacional, incluidos los de la capa presalina frente a las costas brasileñas. O sea: cerca de 20% menos que el potencial de generación de aceite de palma en las áreas demarcadas por Embrapa.

Para que todo este potencial se ponga en práctica, el país necesita invertir en la modernización y ampliación de sus infraestructuras, así como disponer de financiación para proyectos de energías renovables, en un contexto de restricciones fiscales y económicas.

Toda la operación con palma aceitera aúna la descarbonización de la Amazonia y el desarrollo socioeconómico de la región, con especial atención a la generación de empleo e ingresos. Es una oportunidad para que el país haga su contribución global a la transición energética sin necesidad de ampliar las zonas deforestadas de su selva.

*Milton Steagall es consejero delegado de Grupo BBF (Brasil BioFuels)

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Milton Steagall
Consejero Delegado de Grupo BBF